Nos despertamos embargados por la emoción del viaje, que apunta maneras de ser fantástico. 12 horas eternas de vuelo, nos tiran la coca cola y la comida del avión horrible. Estos de Iberia tienen que currárselo un poquito más. Finalmente nos encontramos en Lima, la capital. Nos están esperando. Casi tardamos más en llegar al hotel y salir del atasco (es viernes tarde y la calle que une El Callao con Lima hierve de coches) que en venir de España. Llegamos al hotel, el Miraflores Park, que es estupendo. Flojillo el bar (se echa de menos una barra) ya que está ambientado como una biblioteca y solo hay mesas. A estas alturas de nuestra afición a la coctelería, se hace extraño llegar a un buen hotel y que no tenga un buen bar. Y más en un país en el que no hay costumbre de tener los típicos bares exceptuando algún irlandés... Así que nos vamos a dormir.
Amanecemos a las 5 de la mañana. Todavía nos tenemos que acostumbrar a los nuevos horarios, con esa sensación de ¿dónde cuernos estoy?. Como el estómago manda, nos vamos a desayunar.
Nos recogen para hacer el tour de Lima. Una ciudad con múltiples adjetivos: la ciudad con calles en el cielo, es uno de ellos debido a la gran cantidad de casas con balcones. Para inaugurar, las catacumbas de San Francisco. Pedro lo observa todo con mirada alucinada. Miles y miles de fémures, calaveras, costillas... pero desde luego, bien curioso. Y muy ordenado: fémures con fémures, calaveras ordenadas como si fueran ladrillos. Nuestra primera incursión en el arte: escuela cuzqueña, escuela limeña.... cientos de santos y vírgenes. Desde luego, en estas tierras eran prolíficos en cuanto a pintura. No hay mucho tiempo, así que dejamos la Iglesia para el día que tenemos libre al final del viaje. De aquí, a la Catedral. Con una parada en el Bar Cordano, un antiguo Bar, como nuestro Café Gijón, que resiste en la Calle Pescadería, en la esquina. Muy recomendable.
Llegamos a la Plaza de Armas, donde está la Catedral, el Palacio de Gobierno... muy bonita, ciertamente. En la visita a la Catedral, es interesante la tumba de Pizarro. Desde luego, quien tuvo, retuvo...
Seguimos la visita yendo a la Huaca Pucllana, un recinto arqueológico en la ciudad, el Olivar y finalmente al Parque del Amor. Sinceramente, lo más interesante fue la parte antigua.
Decidimos comer en el Astrid y Gastón (Cantuarias 175, Miraflores, http://www.astridygaston.com/) , porque en Madrid es imposible encontrar mesa en el restaurante que tienen en la Castellana y fue estupendo. Ceviche, piqueo y si lo llego a saber no pedimos un segundo porque el resultado fue que a la noche no fuimos capaces de ir a cenar. Paseíto por el centro comercial y de ocio de Larcomar, que está muy bien, junto al mar y copita en el JW Marriott, que sí tiene un bar estupendo.
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